domingo, 14 de junio de 2015

MACHETICO ARTISTICO, Hugo Grajales, Danyel López, Oscar Orozco, Alejandro Granada, Junio 17 a julio 13 /2015




Como parte de los procesos de investigación formativa en la Licenciatura en Artes Visuales que alimentan la línea de investigación en arte contemporáneo, surgen interrogantes que atañen a las tensiones entre la función del arte con diversas nociones de poder.

Aparecen entonces fuerzas que se dirigen hacia lugares signados por el miedo, el momento justo de la desaparición, el juego alegórico en clave crítica y la respuesta ante injusticias sociales, culturales y económicas.

El papel del artista cobra una inusitada importancia cuando indaga en la culpa y la responsabilidad del compromiso social adquirido dentro de su particular contexto. De esta misma forma su obra deviene cargada de protervias relacionales con implicaciones que, lejos de confinarlo en iconos superfluos de belleza y exégesis, la inscriben dentro de territorialidades conflictivas de gran alcance y pertinencia.

El poder enmarcado en estrategias de manejo, manipulación, política y seducción, se presenta en el acontecimiento estético de esta muestra, como lugar incómodo para la academia, el sistema institucional y la función del profesor como signo de autotransferencia.

Oscar Orozco plantea el humor con base en la búsqueda alegórica de un pene de artista bajo la campaña publicitaria, mezcla del panfleto y el diseño arte digital. Con ello alerta la fragilidad del significado del ser artista y la destitución del icono seudo-revolucionario vanguardista del genio artista moderno.

Daniel López percibe en la imagen del político un señuelo donde las mayorías abrigan con confianza las solicitudes insatisfechas, los proyectos y el bienestar. Para López,  la fuerza del político reemplaza el poder mesiánico desde el abuso y la corrupción, por ello se convierte en materia de critica, que no sólo atañe a la estructura general de la administración del gobierno, sino que sirve como metáfora efectiva contra el funcionario, la escuela y la investigación.

Hugo Grajales usa lo fotográfico como un marco de ambigüedad entre lo bello ideal paisajístico heredero de la tradición pictórica del romanticismo,  el drama del motivo y una cierta pretensión cáustica de denuncia. El espectador coloca su atención frente al estímulo técnico y semántico del recorrido del agua con sus efectos lumínicos así como de movimiento detenido en la ilusión. Mientras eso sucede algo extraño emerge a manera referencial cuando parte de un cuerpo humano inerme cobra significado: el pie evidencia la desaparición, la muerte, el rastro de la víctima.


Alejandro Granada recurre al objeto en su direccionalidad de imagen colombiana. Se trata de un machete con impresiones serigráficas, donde se activa la multiplicidad de copias, pero no tanto de un original impreso de alguna obra de arte , sino  de la repetición como lugar de lo siniestro. Los machetazos desbastan cabezas, manos, torsos, pero también malas prácticas y herencias desafortunadas del arte y la academia.