martes, 22 de septiembre de 2015

"Entre cuerpos" Hugo Grajales . Del 30 de septiembre al 28 de octubre de 2015














Hugo Grajales, intangibilidad gaseosa

Dentro del terreno de la fotografía contemporánea existen múltiples vertientes de conceptualización que se dirigen principalmente a repensar su función  como recorte, máquina, extensión, captura y laboratorio.

Las anteriores acepciones para lo fotográfico corresponden a dinámicas de experimentación y juego desde donde el creador instaura posibilidades de producción basadas en las nociones de realidad y lo real.

Realidad podría entenderse como todo aquello que vivimos y lo real como todo aquello que existe, ambas definiciones rodean el problema de la afectación que tiene que ver con el manejo de lo natural y la construcción de nueva naturaleza a partir del montaje y el collage.

Tanto el montaje como el collage se consideran sistemas de construcción con profunda resonancia en la manera como organizamos y pensamos lo que deviene externo, en el proceso de percepción de la imagen, así como de sus contextos.

El inmenso archivo de mundo al cual nos exponemos a diario a través de imágenes recuerda dos cosas principalmente: que vivimos en medio de una ironía de lo ciber, relación humano tecnología y que nuestra mirada depende del fragmento.

La máquina resuelve lo fotográfico, es decir, la cámara soluciona el proceso interno de realización del objeto fotografía. La lente soluciona el recorte de mundo producto de la selección y la fragmentación. El efecto  fotográfico se considera una extensión del ojo donde éste hace las veces de generador de infinidad de ready mades (objetos encontrados). La captura produce retracciones de tiempo y memorias inmediatas ( con cada toma se devuelve la lógica del movimiento hacia delante y se instaura un giro “zeuístico[1]”). El laboratorio convierte al ejecutante en un situacionista cínico con opciones de superposición de experiencia, devoluciones y mezclas excesivas.

La fotografía de Hugo Grajales toma la referencia del cuerpo como un espectro de sensación donde el movimiento, lo telúrico, la indefinición ocupan un lugar  simbólico sobre los conceptos de realidad y lo real. La imagen se desvanece en juegos de estratificación donde ejercita lo pictórico por saturaciones tonales y mezclas incisivas del cuerpo humano sometido.

Quien ve de manera desprevenida las fotografías de Grajales se imaginará la continuidad del movimiento contenido, ahora libre en la escultura de los esclavos de Miguel Ángel; la velocidad impresionante de las personas bajando por la escalera en los cuadros de Duchamp; el ritmo frenético de las batallas en las pinturas grandilocuentes de Rubens y posteriores alusiones ritualistas en los danzantes de Matisse o los performances antropofágicos de Vito Acconci.

La fotografía deviene en la obra del joven artista Grajales como una epopeya de puntuaciones historicistas desde un carácter vernáculo y autoreferencial producto de una imagen desvanescente, aún intangible, claramente etérea y gaseosa.



[1] Según el mito griego, Zeus, hijo de Cronos, preparó un brebaje para que éste regurgitara a sus hermanos que se había tragado. Desde allí se evidencia el orden de la dirección del mundo : Zeus hacia atrás y Cronos hacia delante.



Oscar Salamanca